jueves, 21 de julio de 2011

La llave de la majestuosidad barroca



Carolina Palomo y Ensamble Antiqua abren las puertas del universo dieciochesco.


Por Juan Carlos Lemus

El clavecín es un instrumento, en apariencia, parco y moderado, casi tímido, que requiere de un trato especial para pronunciarse, para responder ante el mundo las preguntas que le hace quien lo interpreta. Parece pequeño, si se le compara con el piano, sin embargo el clavecín contiene en sus teclas todo el esplendor del barroco. Soberbio y agresivo, lento y suave, guarda el universo como una caja fuerte sonora de varios siglos. Quien tenga la llave para abrirlo, para explorar todas sus posibilidades, nos mostrará el peso de la inmortalidad, pues para el clavecín escribieron, durante la primera mitad del siglo XVIII, grandes como J. S. Bach, Händel, Couperin y Scarlatti.Por eso, cuando la guatemalteca Carolina Palomo pasa al escenario, la expectativa crece al punto que deja de ser un público que observa una interpretación musical de clavecín, y se convierte en testigo de la indagación de la artista sobre la voz del instrumento.
En efecto. Carolina Palomo sabe preguntar y explorar adentro del cuerpo teclado. No lo hace a gritos ni con adulaciones, lo hace de tú a tú, con puntualidad, delicadeza y fuerza. Lo suyo no es solo interpretación, es diálogo, dulce convenio de pulsaciones y respuestas, frías y cálidas. Ella extrae la esencia barroca y nos la brinda, con sus ensortijados temperamentos, para que sintamos y para que comprendamos por qué el clavecín sigue siendo un instrumento tan valioso, hoy, siglos después de su surgimiento, posterior desuso, y resurgimiento a finales del siglo XIX gracias a la polonesa Wanda Landowska.
Carolina Palomo se inició en el Conservatorio Nacional de Música, continuó en el Conservatorio de Rueil Malmaison, en Francia, donde obtuvo la Primera Medalla al finalizar sus estudios en piano. Gracias a sus méritos, el gobierno francés le otorgó una beca para continuar cursos de clavecín y música de cámara en el Conservatorio de la Villa de París, de donde también egresó con honores. Después, de 1998 al 2002, fue maestra de piano y clavecín en el Centro Departamental de artes de Versailles, y clavecinista de la orquesta barroca de Mademoiselle de Guise.
Nos detendremos un instante para pedirle que nos comente su experiencia, de hace ya unos 15 años, cuando llegó al Rueil Malmaison. Esto es lo que recuerda: “Era una muchachita impresionada por los recursos y nivel de un conservatorio en las afueras de París. Allí se preparaban muchísimos jóvenes para ingresar en el Conservatorio Superior, y los que pasaban de 20 años y ya no podían ingresar continuaban sus estudios de tercer ciclo. Yo estudiaba como loca para no sentirme mal y paliar todas las lagunas de un conservatorio del Tercer Mundo. Tenía cierta destreza digital y tocaba muy limpio; eso me ayudó a pasar exámenes de admisión y ganar los concursos”.
Después de su experiencia en Versailles continuó perfeccionándose con Hank Knox en el departamento de Música Antigua de McGill University, Canadá.
Hasta donde sabemos, en toda Centroamérica solo hay una persona que se dedica a interpretar a tiempo completo el clavecín, y esa persona es Carolina Palomo.
Es un instrumento con menos posibilidades tonales que el piano, por lo mismo requiere de una gran habilidad para explicar los estados anímicos escritos en una composición. Como lo expresa Carolina, “¡ni Bach, ni Mozart, ni siquiera Beethoven conocieron el piano que hoy tenemos en las salas de concierto!” Y es que antes que el piano ya estaba el clavecín. Fue por eso que ella quiso ir a las raíces. Buscó la procedencia, el lenguaje, la escritura y la técnica originales. Tuvo la suerte de ser alumna, en el Rueil Malmaison, de Huguette Dreyfuss (puede escucharla en YouTube), “quien aparte de ser la gran figura del clavecín francés, es una mujer de una cultura y nobleza impresionantes. Cada semana era un master class de cuatro horas que yo esperaba con ansias”, nos explica.
Actualmente, dirige y toca con un grupo muy singular que se ha especializado en música barroca, europea y mesoamericana de los siglos XVII y XVIII, el Ensamble Antiqua.
El concierto más reciente lo ofrecieron en abril, en la capilla de Santo Domingo del Cerro, un bello lugar de Antigua Guatemala. Los músicos y el escenario, con un fondo de pacífica y natural arboleda, crearon una hipnotizadora empatía con el público.
Carolina Palomo, una mujer aparentemente parca como su clavecín, nos ofrece el universo barroco y sus posibilidades musicales con gran fuerza y con soberbia ternura. Ella tiene la llave de la clave, nombre con el cual también conocemos a ese maravilloso instrumento. Llave que además logra manejar gracias al conjunto tan excepcional. El violinista Nadir Aaslam, la soprano Diana Ramírez y la violonchelista Lourdes López, quienes integran el Ensamble, tienen en sus manos, y en su voz — en el caso de la soprano— las llaves de una puerta que se abre amplia y gratamente. Más que música, ellos congregan emociones, llegan a la médula de las composiciones. Ensamble Antiqua es un grupo sencillamente nítido, esplendente. Al terminar su interpretación, tan solo nos preguntamos: ¿Cuándo volveremos a presenciar de nuevo este santo oficio de música barroca?



(en la foto los integrantes de Ensamble Antiqua: Lourdes López, Carolina Palomo, Diana Ramírez y Nadir Aaslam.

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