viernes, 29 de julio de 2011

El contrabajo/ un instrumento musical gordo y bondadoso



A pesar de su aspecto rudo, es uno de los instrumentos de cuerda más hermosos que existen.


Por Juan Carlos Lemus


Su domador lo hace saltar, como si fuera un purasangre, por encima de las barras de sonido que vibran en la sala de concierto. El contrabajo es un instrumento prieto, de aspecto maternal, pero muy fuerte, casi amazónico, de aparente brutalidad y con evidente sobrepeso. Es un artefacto generalmente marginado al fondo de los escenarios. Los reyes y príncipes de la noche serán la batuta del director, los violines o el piano; incluso, arrancarán aplausos los clarinetes, los chelos aduladores y los engreídos cornos franceses. Pero el contrabajo —como si fuera un viejo ropero colocado más allá de las trompetas— al momento de la ovación se inclinará, con respeto, en la penumbra.

Este instrumento surgió en el siglo XVI. Es el más gordo de la familia de cuerdas. Sus orígenes son imprecisos, pero todo apunta a que nació de la unión entre la viola de gamba y el violón, o puede que sea producto del pecado nefando consumado entre dos chelos. Como sea, se sabe que nació midiendo dos metros de altura y con seis cuerdas —actualmente tiene cuatro—.

Ciertamente, aunque parezca un mueble, es manso y de su garganta fluyen virtuosamente los mandatos firmados por Beethoven, Wagner o Tchaikovsky. Produce sonidos hermosos, graves y agudos. Es el instrumento encargado de templar el ambiente de una orquesta. Es el que otorga el amargor necesario ante los excesivos dulces de los violines, o entibia cada salto inexperto del flautín que, a ratos amariconado, interpreta los quejidos de una doncella.

Es bueno apreciar a las orquestas sinfónicas desde variados ángulos; vale la pena buscar el carácter de sus contrabajos. La Sinfonía No. 5, de Beethoven es un buen ejemplo. En ella, los domadores los hacen atenazar las notas y luego los lanzan impetuosamente sobre la ola de cuerdas, vientos y percusiones. En efecto, los contrabajos imponen la marcha, moderan los ánimos o encienden el fuego. Uno de los mejores ángulos filmados es ese concierto —y que hoy tenemos al alcance de la mano, gracias a YouTube— dirigido por Herbert von Karajan, en 1966. Pero vamos a suponer que es usted una persona demasiado ocupada como para disfrutarlo entero, entonces observe solo los segundos del 22 al 52 del 3er. Movimiento —antes que nada, búsquelo como “Beethoven Symphony No. 5, Mov. 3 by Karajan, BPO (1966)”—. Apreciará cómo los violines eufóricos, perfectos, se detienen y ceden el paso a la madurez y el ritmo que impone la tormenta de los contrabajos.

Comparado con las obras compuestas para violín, el contrabajo tiene muy pocos conciertos escritos en su honor. El primer contrabajista virtuoso fue Domenico Dragonetti (1763-1846), quien dejó escritas varias composiciones para este instrumento solo o acompañado de orquesta. Pero fue hasta el siglo XX cuando aparecieron los grandes solistas del contrabajo clásico. Entre ellos destacan Ludwig Streicher, a quien también puede rastrear en la Web, particularmente, su grabación para la televisión japonesa en la que demuestra hasta dónde puede llegar este instrumento con la interpretación de Tarantela (a partir del minuto 4) y del dificilísimo Flight of the Bumble Bee (a partir del minuto 8); además, Gary Karr, François Rabbath, Esko Laine o Franco Petracchi. La contrabajista española Lucila Barragán ofrece un agradable concertino para contrabajo, escrito por el sueco Lars-Erik Vilner Larsson.

Sus habilidades son muy variadas, pues además de la música clásica fue adoptado por ritmos como el jazz, la música latina y la country. Interesante es la cátedra de Paul McCartney con un contrabajo de Elvis Presley, que reproduce YouTube.

Finalmente, le recomiendo la lectura del libro El contrabajo, un ensayo narrativo de Patrick Süskind. Fue a partir de esa lectura, precisamente, que quien esto escribe se apasionó por ese instrumento; muy probablemente, si le gusta leer, ese libro le encantará.

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(En la foto, Ludwig Streicher, Viena, Austria, 1920 - 2003)

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