miércoles, 27 de julio de 2011

Dos damas de metal




Lorraine e Ira (fotos arriba y abajo), dos músicas que tocan pesado.


por Juan Carlos Lemus

A las profundidades del ser humano se puede llegar por numerosos caminos. Algunos prefieren la paz del silencio; otros —por qué no—, el heavy metal. Esto parecería improbable, pero recordemos que la raza humana es libre de coger el rumbo y cadencia que más le plazca.El heavy metal es un ritmo que cala hasta los huesos. Es el trueno convertido en música, el relámpago abrillantado en las pupilas de las cantantes y el resto de la banda.
En un concierto de heavy metal, la música cruza el espacio como si fuera un aguacero cargado de emociones. Sobre los muros rebotan las vibras, los cantos recién nacidos de las gargantas; el espacio flamea y tiene granizo; el público se hunde, aclimatado, rendido al mosheo estimulado por la estridencia de las guitarras.
Y el corazón de los músicos estalla.
Las bandas nacionales de heavy metal gozan de buen nivel en toda Centroamérica. Tienen la calidad, el talento y la actitud necesaria para sobresalir en cualquier espacio; con más dinero y contactos, bien podrían ubicarse en escenarios americanos o europeos.
En estos terrenos es más fácil encontrarse con metaleros que con metaleras. Ciertamente, son los hombres los que más desarrollan este género; por eso, encontrarse con mujeres que lo hacen es algo que puede resultar interesante.
En la lista de metaleras nacionales encontramos a dos que destacan porque tocan guitarra y cantan: Ira y Lorraine. Hay otras que están dedicadas al trash metal, al metal progresivo o al metal cristiano, pero para este artículo charlamos con Ira, cantante y guitarrista del grupo Ars Magna, y Lorraine, cantante y guitarrista de Tempestus.
Nos reunimos en un café con Ira, quien, por cierto, se llama Irasema, de manera que el apócope de su nombre le vino perfecto a una mujer que en el escenario destella ira y fuerza.
Después de observarla en escena, cualquiera esperaría a una rockera impetuosa, irreverente y quizá tenebrosa. Mas cualquier prejuicio queda sepultado al primer minuto de charlar con Irasema Méndez, una mujer tímida, de 24 años, ex alumna del Sagrado Corazón de Jesús y diseñadora gráfica. Pero eso nos demuestra que una cosa no pelea con la otra. Ella es heavy, pero, además, organizada en la vida, tanto como le conviene serlo a cualquier mortal.
Autodidacta, al principio cantaba pop, pero el hard rock y el heavy metal la atrajeron cuando escuchó al grupo español Ángeles del Infierno. Comenzó, entonces, a cantar pesado. Y como suele suceder: “la vecina tenía un amigo que le contó” que se harían audiciones para cantar con Ars Magna. Tenía 16 años. Lo primero que debía superar era su timidez y el perverso pánico escénico. Fue aceptada, pero en su primer toque cantaba sin moverse. “Era estresante para mí, pero me toleraron”, explica mientras aparta el pelo de su cara. “Con el tiempo ya iban a echarme, porque yo no hacía nada, pero era afinada y tenía voluntad”. Así, entre voluntad y entrega, se abrió al metal pesado y lleva ocho años con Ars Magna.
La otra de ellas, Sophié Lorraine Villegas, creció entre el heavy metal. Su tío tocaba y oía el género, por lo que se involucró desde muy niña, y por eso en su vida ha sido normal estar en escena.
Lorraine es una cantante de gran profundidad, muy segura de sí misma; el heavy metal lo lleva en las venas. Cuando canta, pareciera que todos estuvieran en sintonía, en el mismo canal; ella le da unidad a su banda, Tempestus.
Se hunde haciendo chillar a su guitarra en un abismo que parece no tener fondo; un abismo a veces oscuro, de apariencia insondable y siniestra.
En esas aguas en las que nos sumerge Lorraine cuando canta, hay tormentas de tristeza, furia, melancolía y una extraña felicidad, pero, ante todo, hay espíritus que navegan rompiendo esas emociones: es el público al que logra conectar y armonizar.
Lorraine tiene 23 años y dos hijos. Es una mujer muy responsable. En un tiempo trabajó en un banco. Es bachiller en Ciencias y Letras, graduada del Blaise Pascal. Nunca está desempleada, pues cuando hace falta el dinero aborda un bus, con su guitarra, y canta. Jamás ha tenido problemas. Pareciera que la buena vibra la acompaña a todas partes. Cualquier pasajero que la vea difícilmente sabrá que se trata de una gran cantante, de una que logra conectar al público y que sabe conducirlo por los más extraños abismos del ser humano, a esos por los que se llega montando las olas del heavy metal.
Ira y Lorraine no forman parte del mismo grupo; puede que ni siquiera se detengan a charlar algún día, pero en común tienen la fuerza del metal. Ellas escarban en la llaga. Ver a estas mujeres en escena es volcarse a las profundidades; es conectarse con un más allá que suele ser tenebroso, y recordemos que —a menos que sea un punto de vista excesivamente conservador—, lo tenebroso no tiene por qué asociarse al mal o al inframundo. Ellas son, sencillamente, savia negra que da vida al grito del metal pesado.





Fotografía de: Elisa Salguero


Fotografía de juan ignacio piedrasanta

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