miércoles, 23 de junio de 2010

Antropóloga de la fotografía/ libro de Jean-Marie Simon

Juan Carlos Lemus

Guatemala tiene todavía frescas las heridas que le fueron abiertas durante el conflicto armado interno. Es un tema que suele ser abordado con cierto fastidio, pues muchos piensan que es momento de perdonar, olvidar y avanzar, pero, generalmente, tales muestras de optimismo se amparan en una profunda y vergonzosa ignorancia de los hechos ocurridos en estas tierras.
Visto sin tapujos, el país tiene humeantes las llagas que se acostumbra disimular con el maquillaje de la firma de la paz, en 1996. Y las nuevas generaciones tienden a desconocer detalles de ese pasado. Es algo así como un cuerpo ulcerado que debe continuar su camino, con gasas y vendas en la cabeza, de pie, hacia el futuro. Naturalmente, más daño le haría sentarse sobre su propio polvo a lamerse las heridas, pero enfaticemos que avanzar no es necesariamente ignorar. Y aquí está este libro de la estadounidense Jean-Marie Simon para ilustrarnos una época en la que nuestro país se inundó de sangre, marcando así el rumbo por el cual hoy vamos perdidos, en desbandada.

La autora de Guatemala: Eterna primavera, eterna tiranía, libro de fotografías con apuntes suyos sobre la historia del país, vino cuando tenía 26 años. Era una muchacha que sin duda maduró a fuerza de hallarse frente a frente con las alas de la maldad humana desplegadas. Vio de cerca la ira del ave mortuoria que picoteaba el vientre de las personas y las restregaba entre las multitudes; que revoloteaba entre el suplicio de estudiantes, pobres, inocentes, y de cualquiera que atravesara la ruta de su pico y garra.

Todo ello, un cuadro tan macabro como verdadero, fue avalado y apoyado por el Gobierno de Estados Unidos, a través de su Departamento de Estado.
Las impresiones de ese período las captó con su Olympus OM-1 y OM-2, con lentes de 28 y 50 milímetros de película Kodak. Los resultados fueron expuestos en una primera edición, en 1988, en inglés (W. W. Norton & Company). Este año se presenta la edición en español, con el apoyo de varias personas e instituciones, entre ellas la de los conocidos fotógrafos Daniel Chauche y Andrés Asturias.

En la actualidad, es relativamente fácil ponerse de pie y dar la cara, cuestionar y aún contradecir al presidente, al ejército y a todo el Ministerio de la Defensa, pero estas 145 imágenes hablan de una época en la que el miedo se erigía sobre la nación como si fuera el Sol calentando los tejados. Bajo el cielo, un pesaroso pueblo murmuraba su inconformidad, varios intelectuales morían en tanto que otros festejaban. También puede que hoy sea fácil viajar con una cámara, retratar poblados, a una tropa militar o al más sanguinario de los generales; es algo que suelen hacer los turistas y algunos fotógrafos para vender postales; pero lo que hizo Jean-Marie Simon, a partir de 1980, fue algo muy singular. Desafió en secreto las leyes de la perversidad. Por haber tomado esas fotografías pudo ser acusada de terrorista, de apoyar a la insurgencia y así concluir su vida en una trágica, humillante y harto violenta muerte, como sucedió con amigas suyas.

Su libro —de lectura clara y directa (edición de estilo de Ana Pamela Escobar Paul)— describe lo investigado por su autora y muestra las imágenes que tomó de 1980 a 1987; de esa cuenta, pasa revista a una horda inhumana involucrada en el genocidio, con nombres y apellidos. Solo el gobierno de Lucas García, por citar un ejemplo —nos refresca la autora citando a Amnistía Internacional— fue más violador de derechos humanos que Idi Amin en Uganda.
Su manera de exponer tales catástrofes hace que las heridas sean comprendidas desde un punto de vista histórico y social; vistazo que el lector dará sobre un pasado antropófago y generador de muchas de las actuales infecciones políticas y sociales.

Jean-Marie Simon pudo desarrollar su adultez, sin ningún problema, a partir de los 26años en su natal Estados Unidos, país de las hamburguesas y de los niños gordos, pero se arriesgó a recoger testimonios durante una de las épocas más tenebrosas de Guatemala. Tales documentos dan forma a este libro que la evidencia como una antropóloga innata, sin tal título, pero con cámara en mano y valentía en el corazón.

Por nuestra parte, auguramos la popularización del tomo, pues es muy valioso y habrá de superar el hecho de que, por ahora —y paradójicamente— debido a su precio, solo es asequible a grupos socioeconómicos medios y hegemónicos.
Ana Martínez de Zárate nos comparte, en las siguientes dos páginas, una entrevista que le hizo hace pocos días, vía Skype, a Jean-Marie Simon, quien se encuentra en Washington D.C. en donde vive, y que pronto dejará para venir a presentar esta edición de Guatemala: Eterna primavera, eterna tiranía, libro que pesa 40 años en sus 272 páginas.

El soneto/ Su intrincado recorrido

De la rigurosa métrica del siglo XIII, al desborde visual del XXI.

POR JUAN CARLOS LEMUS

En el principio ya era la poesía y la poesía se hizo verbo escrito. Vagó por extraños caminos. Apareció en el siglo XIII, transfigurada en forma de soneto, con características métricas y rimadas. Tiempo más tarde sufrió modificaciones de las más extravagantes.La rigurosidad formal del soneto, de 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, trajo consigo la rebeldía de sus propios creadores. Su concepción se atribuye al poeta siciliano Giacomo Da Lentini, en el siglo XIII.

Si en un principio escribirlos fue una tarea sublime, una especie de lo que sería la llama perpetua de la poesía, su forma se transformó en camisa de fuerza. Obedecer al canon era permanecer dentro de una jaula de oro. Fue así como apareció el verso libre. La experimentación, palabra clave para el desarrollo del arte de todo el siglo XX, fue la bandera que sustituyó al solitario poeta que ya no contaba con los dedos sus endecasílabos.

Surge, entonces, un nuevo gozo del cual se pensó que sería la nueva reina de la estética mundial. La poesía bordeó lo sublime y la brutalidad, toda una nueva dinastía de poemas apareció en el horizonte, llenando de pasión y de poder las hojas acariciadas o acuchilladas, según el ritmo interno de cada poeta. La nueva forma tenía la libertad de los caballos que avanzan y bailan, retroceden, se asoman a la orilla de un barranco, saltan entre dos peñones a la manera del caballo del Zorro, y relinchan frente al orificio rojo de su objetivo.

La era de la nueva poesía se asomó también como una llama perpetua que iluminaría todos los costados de la literatura. Pero, de igual manera, eso fue insuficiente; los poetas experimentaron la mezcla de sus textos con objetos plásticos. Pero, si era posible unir la plástica a la poesía, ¿por qué no hacerlo con la música? Y surgió el poema fonético. También eso abrió las puertas a nuevos caminos: el de la irracionalidad, por ejemplo.

Pero retornemos a mucho antes, a los versos de Petrarca, en su Cancionero, que traían delicadeza y belleza intrínseca (“Por hacer más galana su venganza/ y cobrar mil ofensas en un día,/ ocultamente el arco Amor traía/ como el que ocasión busca en su asechanza”); si Quevedo se había animado a inventar una variante, el soneto con eco (es el amor: “...un ardor que si no se mata, mata”, “flechero que al que se retira, tira;/ cadena fuerte que aun de plata, ata;/ y mal que a muchos ha tejido nido”); si en los versos libres, como los de Huidobro, la metáfora era privilegiada (“Mujer, eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña”), la nueva poesía, más rebelde que un asno, protagonizó escándalos con sus modos fonéticos.
El vienés Raoul Hausmann (1886-1971) introdujo el irracionalismo extremo. Su poema Kp’erioum no dice nada -tradicionalmente hablando, por supuesto-, veamos: “pernoumum/ bepretiberrerrebee onnooooooooh glanpouk/ kommpout perhoul/ rreeeeeeEEErreeeee A/ oapderree mglepadonou mtnou/ tnoumt”.

Su interés en destruir las formas estéticas tradicionales dio paso a la combinación de ruidos. Antes ya había publicado su famoso poema Fmsbw.
Man Ray, por su parte, en la misma época (1924), lanzó su Poema fónico mudo, el cual no incluye una sola letra sino solo líneas.

Contrariamente a esa irracionalidad, Darío había devuelto el brillo al soneto, antes de su muerte (1916), aunque no siempre con las normas clásicas sino con versos alejandrinos (Caupolicán, en Azul). El mismo Darío hacía sonetos en los que mezclaba endecasílabos y heptasílabos. También contrarrestaban la irracionalidad los autores de la Generación del 27 (Gerardo Diego, Rafael Alberti o García Lorca) que revitalizaban el soneto; lo mismo hacían otros poetas en Francia (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine).
Métrica, plástica, fonética, todo contribuyó a un nuevo movimiento: el concretismo. Su fundación se reconoce a partir de la publicación del manifiesto del grupo Noigandres, en 1956, y ese mismo año se celebró la Exposición Nacional de Arte Concreta de Sao Paulo. En este tipo de poesía no importa cada palabra, sino el conjunto que forma nuevos códigos visuales (por ejemplo, la palabra botella tiene un significado dado por las letras; en el concretismo, “botella” es una palabra cuyas letras pueden dibujar una botella). Eso dio la pauta a la llamada poesía visual (imágenes con o sin palabras).


Poesía digital

Es muy posible que a un auténtico borracho no le interese probar esas bebidas de chef cuyos nombres suenan a tragos para señorita: Martini Gibson, Gin-fizz, margarita, egg-nogg, daiquiri, Manhattan, Alexander, Clericot, Alfonso XIII... y la Bloody Mary que los parió.

Con los tragos sucede lo que con el soneto. Su perfeccionamiento dado por Cavalcanti, Dante y Petrarca; sus nuevos giros lingüísticos con Góngora y Quevedo, además de Lope De Vega y Cervantes, le dieron alteraciones (el Manco de Lepanto puso a conversar a Babieca y a Rocinante) que desde entonces, y con el paso de los siglos, degeneraron en nuevos sonetillos; sonetos con estrambote, dobles, con eco y polimétricos.

Las propuestas poéticas del siglo XX son muy variadas, no siempre universales, y entre ellas se encuentran el futurismo (1909), creacionismo (1916), dada (1916), el surrealismo (1917), ultraísmo (1921), concretismo (1956), estridentismo (1922), la poesía visual (a partir de los años 1950) y la holopoesía (de los años 1980 hasta la fecha). Esta última es el dominio de la poesía del espacio temporal, intangible, donde el signo visual cambia su configuración constantemente, pues pertenece al mundo digital.
Hablamos de textos (con letras, imágenes, sonidos, velocidades, chips), cuyo recurso existe en los medios masivos de comunicación. Ejemplo de ellos son los del artista electrónico Eduardo Kac (www.ekac.org), brasileño cuya obra tiene títulos tales como GFP K-9, “siglas en inglés —escribe—, que significan la proteína verde fluorescente que se extrae de la medusa (Aequorea victoria) del noroeste del Pacífico y emite una luz verde brillante cuando es expuesta a rayos ultravioleta o a luz azul”.


Retornando al tranquilo soneto, éste ha sido llevado, incluso, a la ecología. En marzo del 2005, en Portugal, Fernando Aguiar concretó su Soneto ecológico, cuando sembró 70 árboles dispuestos según la estructura y la rima de ese tipo de poema, en una expresión del más puro Land Art.


Los ramalazos experimentales continúan. Hasta el momento no se sabe a dónde irán a parar o en qué momento la holopoesía será obsoleta. Puede que nos asomemos a la era del aerosoneto, o al cosmos del microscopio. Mientras tanto, dejamos flotando en el espacio la pregunta sobre si la nueva forma de expresar atiende a nuevos y extraños sentimientos ensartados ya en el ser humano.



Ruptura total
Los signos desplazan a las palabras. Hay sonetos visuales, como los de José-Carlos Beltrán (Benicarló, Comunidad Valenciana, España).

Soneto romano:
I
II
III
IV

V
VI
VII
VIII

IX
X
XI

XII
XIII
XIV



De signos
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Soneto contable
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the end, fin, c'est tout.

(guardado como Evolución del soneto/ sonetos/ inicios del soneto/ historia y origenes del soneto)